14 agosto 2009

La expedición llega a su última etapa: la selva de Ecuador y el águila harpía.


El bosque lluvioso de Ecuador es uno de los biomas más fascinantes del mundo, y en lugares como la Reserva de Producción Faunística Cuyabeno, hogar de varias etnias como los Cofán y los Kichwa, esta característica alcanza su máxima expresión.

En sus más de 600.000 hectáreas encontramos de todo: bosques tropicales ricos y complejos, con árboles que alcanzan los 40 metros de altura, y zonas inundables como la varzéa, el igapó y el bosque de pantano, repleto de lagunas y ríos. Todo ello produce un alto número de ecosistemas diferentes, que lleva aparejado uno de los mayores niveles de biodiversidad del mundo. Más de doce mil especies de plantas; más de quinientas de aves; más de trescientas de peces; tortugas, reptiles, anacondas, tapires, delfines... y cómo no, la emblemática águila harpía, la más grande de América, la más poderosa del mundo. Y el motivo de que nuestros compañeros estén en esas tierras, colaborando con un proyecto que está estudiando, precisamente, a éste águila.

Hay de todo en esa selva, menos conexión a Internet.

Así que mientras esperamos a que nos lleguen las últimas noticias, les invitamos a conocer un poquito más de cerca algunos de los aspectos del Programa de Conservación del Águila Harpía en Ecuador (PCAHE, http://www.harpiaecuador.org/ ) y de la labor que está realizando Ruth Muñiz, directora científica del proyecto.

Trabajando mano a mano con miembros de las comunidades locales, los investigadores están consiguiendo información interesantísima y vital sobre las águilas, localizando y estudiando las zonas de anidación para conocer mejor la biología de este emblemático animal. Y lo que es también fundamental, divulgando estos conocimientos dentro del contexto de la educación ambiental, y devolviéndoles a los miembros de las comunidades el protagonismo que merecen, enseñándoles las técnicas precisas para que puedan involucrarse aún más en los diferentes puntos del estudio.

Y este, precisamente, es uno de los puntos donde el Proyecto Ukhupacha va a colaborar con el PCAHE, enseñando técnicas de progreso vertical a los biomonitores comunitarios, para que puedan trabajar en condiciones de seguridad en los árboles.

Por otro lado, intervendrán también en dos puntos más técnicos del proyecto, instalando poleas, torres y plataformas de observación en los árboles desde los que se estudiarán los nidos –y que como ya hemos comentado pueden estar a unos cuarenta metros de altura-, y montando también cámaras para grabar directamente los nidos.

Por último -aunque en esto necesitamos la colaboración de las águilas, que esperemos que no se coman a ninguno de nuestros compañeros-, está prevista la captura de varios ejemplares para medirlos y marcarlos con unos rastreadores que pueden seguirse mediante satélite, y que indicarán la situación de los animales en todo momento.

Como ven, sin duda una aventura espectacular, de la que les seguiremos informando en cuanto recibamos noticias nuevas.













































































































































11 agosto 2009

EL RETRATO DE MANKO INCA, PINTURA DE INKAPINTAY EN OLLANTAYTAMBO

Al filo de los 500 años se inició la llamada “guerra de reconquista” que emprendieron los incas contra el dominio español.
Hoy, el equipo de ukhupacha ha logrado llegar hasta una pintura rupestre que, de acuerdo al cronista nativo Felipe Guaman Poma de Ayala fue realizada a instancias de Manco Inca Yupanqui uno de los últimos incas rebeldes refugiados en las agrestes montañas de Vilcabamba, “Y mandó retratarse el dicho Mango Inga y a sus armas en una peña grandísima para que fuese memoria.” (Guaman Poma, 1615).

Esta extraordinaria expresión del arte rupestre Inca, única en su género, debido a las críticas circunstancias de guerra de resistencia cultural y armada en las que fue pintada se encuentra aún presente a la entrada del pueblo actual de Ollantaytambo. En 1536 Manco Inca, luego de su frustrado intento de recuperar la ciudad del Cusco de manos de los españoles se atrinchero en Ollantaytambo reforzando sus defensas en el afán de continuar su lucha de resistencia.

Este “retrato” del Inca es poco conocido debido a su inaccesibilidad, que impedía un acercamiento para su estudio riguroso. A su vez, ha redundado en su conservación pero también en su olvido y el peligro que corre de desaparecer completamente debido al intemperismo al que está expuesto. En 1844 el dibujante alemán Rugendas lo registra nuevamente en un boceto de la entrada de Ollantaytambo. Luego de breves menciones a principios del s. XX el investigador austriaco R. Hostnig lo refiere en un inventario de Arte Rupestre Peruano (2003) y en un estudio sobre pictografías incaicas de la región del Cusco (2008).

Sin embargo, todas estas referencias han sido hechas desde el pie del farallón del Pinkuylluna (montaña Apu de Ollantaytambo) sobre el cual está pintado el retrato de Manco. Esta vez el “proyecto Incapintay” dirigido por el arqueólogo peruano Victor Falcón Huayta y el equipo de espeleólogos al mando del español Salvador Guinot del colectivo Ukhupacha (http://www.ukhupacha.uji.es/) ha logrado acercarse a esta pintura rupestre para registrarla detalladamente y recabar los datos necesarios para conocer los tipos de pigmentos que usaron en su realización, la secuencia de su ejecución, sus rasgos estilísticos más notables y, sobretodo, poder establecer con precisión su estado de conservación para las medidas de protección que debe implementar el Instituto Nacional de Cultura.